LA MAR
La
mar donde yo nací. No hay nada más bello que levantarte y ver el mar y sus olas
moverse con esa coordinación. Muchos relatos he oído de ella, pero ella siempre
silenciosa y humilde. Era una noche fría y oscura, cuando yo estaba sentado en
una de esos bancos de la banda de la playa, de Regla. Tan bonita su playa y más
hermosa su arena, fui yo a asomarme a la orilla. Al cabo de un tiempo, cuando
yo ya iba a irme con mis amigos, oí un grito algo extraño, me acerque un poco más
para ver si oía bien lo que decía, y efectivamente era una llamada de ‘SOCORRO’
al instante salí corriendo hacía mis amigos y entre todos fuimos a averiguar de
dónde procedía.
Después
de un gran rato andando lo oímos muy cerca y supimos que venía del ‘Santuario
de Regla’. Nos propusimos entrar, con mucho miedo, pero entramos. Al entrar
escuchamos un portazo bien fuerte y fuimos corriendo hacía allí, al entrar
encontramos a varios sacerdotes escondidos en un rincón, y les preguntamos, qué
era lo que había sucedido, ellos respondieron:
-Uno
de nuestros hermanos salió a recoger la colada hace ya más de cuatro horas y no
sabemos lo que le ha pasado.
-Muchas
gracias Padre, nosotros lo encontraremos.
Y
así, con la ayuda de los sacerdotes seguimos buscando al hombre perdido. Nos
propusimos subir al campanario para ver si se encontraba allí. Al llegar arriba
vimos a un hombre en el suelo, ¡era él, el sacerdote! Por lo visto, venia de
recoger la colada cuando un hombre encapuchado le robo las prenda y lo dejo aquí
medio herido para que no pudiera bajar a decírselo a sus hermanos. Más tarde,
cuando ya llevamos al herido a la enfermería, un disponíamos a buscar al
intruso.
Al
salir del Santuario encontramos restos húmedos de agua en el suelo, seguimos el
rastro del agua hasta una casa cercana al faro. Nos proponíamos entrar cuando
oímos pasos, nos escondimos y vimos salir a un hombre, ya no llevaba ropa;
cuando se fue, entramos en la casa y vimos durmiendo en el suelo a dos niños
tapados con la ropa que ese hombre les había llevado, y ya entendimos porque
robo esa ropa. Y al momento fuimos corriendo a por mantas y un colchón donde
pudieran dormir. A la mañana siguiente, fui a llevarle pan y comida para
desayunar, y algo de dinero. Más tarde fui al Santuario a comentárselo a los
sacerdotes ellos me dijeron que hice muy bien en decírselo, y fueron a ayudar a
ese hombre y a sus niños.
Cuando
se lo dije a mis amigos en principio no se lo creían, pero cuando los lleve
allí y vieron al hombre con sus hijos, comiendo sentados en una mesa y luego
salir corriendo a la playa con su bañador y su toalla me dieron la enhorabuena.
Después vino el padre de los niños y me dio las gracias por haberle ayudado, y
desde ese día ese hombre y sus hijos son amigos míos y de mi pandilla. A las
seis semanas los vi pescando y
mariscando en los corrales de la playa de las tres piedras, con su coche y sus
tablas, me dije para mí, creo que les he cambiado la vida, y así aprendí que
siempre hay que ayudar a las personas siempre que puedas.
ok
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