miércoles, 11 de marzo de 2015

Mi relato marinero

LA MAR
La mar donde yo nací. No hay nada más bello que levantarte y ver el mar y sus olas moverse con esa coordinación. Muchos relatos he oído de ella, pero ella siempre silenciosa y humilde. Era una noche fría y oscura, cuando yo estaba sentado en una de esos bancos de la banda de la playa, de Regla. Tan bonita su playa y más hermosa su arena, fui yo a asomarme a la orilla. Al cabo de un tiempo, cuando yo ya iba a irme con mis amigos, oí un grito algo extraño, me acerque un poco más para ver si oía bien lo que decía, y efectivamente era una llamada de ‘SOCORRO’ al instante salí corriendo hacía mis amigos y entre todos fuimos a averiguar de dónde procedía.
Después de un gran rato andando lo oímos muy cerca y supimos que venía del ‘Santuario de Regla’. Nos propusimos entrar, con mucho miedo, pero entramos. Al entrar escuchamos un portazo bien fuerte y fuimos corriendo hacía allí, al entrar encontramos a varios sacerdotes escondidos en un rincón, y les preguntamos, qué era lo que había sucedido, ellos respondieron:
-Uno de nuestros hermanos salió a recoger la colada hace ya más de cuatro horas y no sabemos lo que le ha pasado.
-Muchas gracias Padre, nosotros lo encontraremos.
Y así, con la ayuda de los sacerdotes seguimos buscando al hombre perdido. Nos propusimos subir al campanario para ver si se encontraba allí. Al llegar arriba vimos a un hombre en el suelo, ¡era él, el sacerdote! Por lo visto, venia de recoger la colada cuando un hombre encapuchado le robo las prenda y lo dejo aquí medio herido para que no pudiera bajar a decírselo a sus hermanos. Más tarde, cuando ya llevamos al herido a la enfermería, un disponíamos a buscar al intruso.
Al salir del Santuario encontramos restos húmedos de agua en el suelo, seguimos el rastro del agua hasta una casa cercana al faro. Nos proponíamos entrar cuando oímos pasos, nos escondimos y vimos salir a un hombre, ya no llevaba ropa; cuando se fue, entramos en la casa y vimos durmiendo en el suelo a dos niños tapados con la ropa que ese hombre les había llevado, y ya entendimos porque robo esa ropa. Y al momento fuimos corriendo a por mantas y un colchón donde pudieran dormir. A la mañana siguiente, fui a llevarle pan y comida para desayunar, y algo de dinero. Más tarde fui al Santuario a comentárselo a los sacerdotes ellos me dijeron que hice muy bien en decírselo, y fueron a ayudar a ese hombre y a sus niños.

Cuando se lo dije a mis amigos en principio no se lo creían, pero cuando los lleve allí y vieron al hombre con sus hijos, comiendo sentados en una mesa y luego salir corriendo a la playa con su bañador y su toalla me dieron la enhorabuena. Después vino el padre de los niños y me dio las gracias por haberle ayudado, y desde ese día ese hombre y sus hijos son amigos míos y de mi pandilla. A las seis semanas  los vi pescando y mariscando en los corrales de la playa de las tres piedras, con su coche y sus tablas, me dije para mí, creo que les he cambiado la vida, y así aprendí que siempre hay que ayudar a las personas siempre que puedas.

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